¿Por qué es importante comer en familia?

¿Por qué es importante comer en familia?

  En los últimos años ha habido un gran cambio en nuestro estilo de vida, que repercute en nuestra forma de alimentarnos y alimentar a nuestros hijos:
- La comida en familia (sobre todo en el medio urbano) prácticamente ha desaparecido o se limita a los fines de semana.
- Los platos tradicionales se sustituyen por alimentos más prácticos y sencillos (ricos en hidratos de carbono simples, proteínas animales y exceso de grasas).
- Un número cada vez mayor de niños toma una o dos de las comidas principales en el comedor escolar, por lo que la escuela también puede jugar un papel muy relevante en la adquisición de hábitos alimentarios.

 

Es importante realizar las comidas en familia, especialmente durante la adolescencia, por los siguientes motivos:
- Hay un aumento de las necesidades energéticas debido a los cambios de composición corporal asociados a esta edad (estirón puberal).
- La comida en familia se asocia a llevar a cabo dietas más sanas (más fruta y verdura, menos fritos y refrescos, menos grasas saturadas y trans, más fibra).
- El tiempo destinado a comer en familia facilita la unión familiar, contribuyendo a reducir los problemas de comportamiento y establecer rutinas saludables (disminuir el tiempo que los niños pasan ante una pantalla, ajustar los horarios de descanso nocturno, desayunar regularmente o evitar comer entre horas).

 

Los patrones de comida de los adolescentes se establecen a través de procesos complejos en los que están implicados factores internos y externos:
- Existen unas preferencias alimentarias muy determinadas (en las que se decide qué y cuánto comer).
- Influye la percepción del peso corporal (muchas veces influido por la moda y publicidad).
- Comer saludable tiene poca o ninguna prioridad a esta edad.

 

► El papel de la familia es crucial en el desarrollo de unos hábitos alimentarios saludables, pero éstos solo pueden inculcarse desde el ejemplo. Deben ser los padres los que sirvan de modelo, llevando ellos mismos un patrón de alimentación saludable. Por ejemplo: si los padres no consumen habitualmente fruta y verdura, es poco realista esperar que sus hijos adquieran ese hábito, por mucho que se les insista a hacerlo.

 

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